Al recibir al candidato venezolano derrotado, Santos cometió
una imprudencia; y al pedir ingreso a la Otán, parecía estar bromeando.
El 7 de agosto del 2010, cuando apenas empezaba a calentar
la silla presidencial, Juan Manuel Santos anunció que restablecería plenas
relaciones con Venezuela y Ecuador. Hasta entonces, en su calidad de mozo de
espadas de Álvaro Uribe, Santos había bombardeado territorio ecuatoriano y se
promovía como el más caracterizado enemigo de Hugo Chávez. El suyo fue un giro
audaz, de sabio pragmatismo, que aplaudió el país y le costó el divorcio con
Uribe. Pienso ahora lo que habría sido este vecindario con un tercer mandato de
AUV, y me entra el escalofrío.
Resulta increíble que el autor de ese viraje histórico haya
incurrido luego en la tontería de poner en peligro la estabilidad de nuestras
relaciones en el barrio por una cita imprudente y, para rematar, haya pedido
ingreso a la Otán, organismo creado por Estados Unidos y Europa para la Guerra
Fría en el Atlántico Norte.
A la mayoría de los colombianos no les gusta Nicolás Maduro,
y a mí tampoco. Pero es el presidente de Venezuela. Lo ven como una copia
caricaturesca del más caricaturesco Chávez. Pero es el presidente de Venezuela.
Demagogo y vulgar. Pero es el presidente de Venezuela. Imprevisible, inseguro,
poco serio, ganó las elecciones por un puñado de votos. Pero es el presidente
de Venezuela. Paranoico a menudo, afirma que Colombia conspira para asesinarlo,
y delirante en ocasiones, cree que un pájaro encarnaba el alma de su antiguo
jefe. Pero es el presidente de Venezuela. Y por ser demagogo, paranoico, poco
serio e inseguro, armó tremendo bochinche por el hecho de que Santos hubiera
recibido a su enemigo jurado, el vencido candidato presidencial Henrique
Capriles, al que muchos consideran una bella persona... pero no pudo ser
presidente de Venezuela.
Adaptación : Liliana Ibarra Galavis
No hay comentarios:
Publicar un comentario