Por Oscar Hincapié Velásquez
La vida y el destino nos enseñan a respetar las decisiones que se presentan y que llegan como consecuencia lógica de su ordenamiento ineludible.
Es así como la muerte cobra vidas y el destino hace delineamientos que parecen programar trayectorias humanas en una sucesión rampante de hechos y situaciones que van a la par con el transitar de los seres.
Nuestra familia ha afrontado una de esas decisiones y así despedimos en su viaje sin retorno a nuestra hermanita Orfilia Hincapié Velásquez, quien por años soportó estoicamente una penosa enfermedad y fué minándose irremediablemente su estructura orgánica, sostenida entonces con mucho amor, cariño y dedicación.
Todos la quisimos entrañablemente y no puede decirse de unos más que otros, pues fue un sentimiento colectivo de solidaridad en la familia, consignado en la generosidad y hermandad de Magnolia, su ángel protector en los últimos tiempos.
Y quien más la quiso con un amor, este sí justificado y por razones obvias, muy valederas fue su hijo Andrés Felipe "Pipe" quien a su sombra creció y moldeó su propia personalidad hasta poder devolverle en cuidados y demasiado amor todo lo que de ella recibió.
Para la familia, asentada en Pueblo Rico, Risaralda, era motivo de gran orgullo el que ella cursara sus estudios intermedios en la Normal Sagrada Familia del vecino Municipio de Apía, por el prestigio de esta Institución educativa. Egresada de allí sus labores de enseñanza las adelantó en diversas municipalidades, cuando esta región era solo el Departamento de Caldas, como Viterbo, Belén, Guática en Manizales y en Pereira, ya como capital de Risaralda, transmitiéndole a la niñéz en el campo y en la ciudad los conocimientos necesarios para la formación de esos niños y niñas en las cosas elementales de la vida.
Su pasión por la buena música, desde la tradición con el Dueto de Antaño y otros hasta la alegre y festiva de los pasodobles que bailaba con ritmo frenético y con excepcional calidad se sumó a sus dotes de exquisita sensibilidad artística y aún quedan testimonios coloridos y de una intensidad extrema colgados en las paredes de las casas familiares.
Era proverbial también su esmerado afán por la pulcritud de su entorno, el buen gusto en la cocina, el reproche permanente cuando veía actitudes, conductas inapropiadas o cosas fuera de sitio.
Alcanzó su jubilación y viajó por temporadas a Estados Unidos, invitada por su hijo Felipe ya instalado en el gran pais del norte. Acrecentó su buen vivir, pero cuando todo hacía prever una edad dorada serena y sin contratiempos, la enfermedad comenzó a recorrer el devastador camino hasta deteriorar su estructura cerebral a tal punto que el cerebro daba órdenes y estas eran desatacadas de inmediato con las más funestas consecuencias y ya todo a su alrededor era confuso y solo había claridad permanente por el amor, cariño en cantidades y muchos cuidados con los mejores deseos: "A nuestra querida hermana Orfilia la tenemos siempre presente en nuestros pensamientos, con los mejores deseos para que su estancia entre nosotros sea la más grata y llevadera posible. Hay que mantener vivos y activos todos los esfuerzos para lograr que ella disfrute sus dias en paz interior y tranquilidad de conciencia. Te queremos mucho" era una frase expuesta a diario.
Orfilia ha emprendido el viaje final, sin regreso alguno. La estamos despidiendo con lágrimas, claro, pero pocas ante lo mucho que nos deja para formar el gran recuerdo que ya se ha instalado en nuestros corazones y nunca saldrá de allí.
Ahora en la serena lejanía de las penumbras, su sueño eterno será apacible y lo disfrutará inmensamente, mientras nosotros te acrecentaremos cada dia nuestro amor y cariño.
BUEN VIAJE....... ORFILIA, POR SIEMPRE !!!
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