Hubo una Pereira donde los abogados penalistas ofrecían verdaderas obras de oratoria en la defensa de sus clientes. Hubo una Pereira donde el sábado era el mercado en la galería, y el domingo la oración en los templos. Hubo una Pereira donde la palabra tenía más valor que cualquier documento. Hubo una Pereira donde la mujer era respetada porque era el tronco de una familia. Hubo una Pereira desafiante y altanera que movilizó los brazos de sus hijos para construir un aeropuerto, una villa Olímpica, una Pereira que llenaba el Libaré porque tenía un equipo propio, donde íbamos a ver jugar futbol. no a ganar. Hubo una Pereira donde una serenata arreglaba un pleito conyugal, o iniciaba una relación de ventana y visita diaria. una Pereira donde el mayor de edad usaba sus conocimientos y su experiencia para ser referente del resto de la familia y de la ciudadanía. Hoy abusamos de ellos y sin explicaciones los jubilamos cuando más los necesitamos. Hubo una Pereira donde el médico visitaba al enfermo, no como ahora, que es el enfermo el que tiene que visitar al médico. Una Pereira donde alcanzaba para comprar las medicinas, hoy ya no, porque solo nos recetan acetaminofén y no hay necesidad de otros remedios. Llueve intensamente esta noche y la nostalgia crece, porque es tan bueno hablar de lo vivido que sufrir por todo lo malo que estamos viviendo, en una Pereira desconocida, sombría y rodeada de rapiña que le arranca lo que le queda en sus entrañas y lo devora….unos segundos de silencio, para darle tiempo a unas lágrimas…ahí, mi Pereira….
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